jueves, 8 de septiembre de 2011

LOS FUGAOS XI

Por turnos comían y bebían. Pan, huevos, embutidos de la matanza, conservados en ollas con aceite, eran devorados por bocas hambientas. El vino, que únicamente se bebía en aquellos tiempos en momentos especiales, también se agotó. Cada cierto tiempo se unía algún nuevo huésped. Las familias y amigos de los pastores, ante la tardanza en regresar de estos, subían en su busca preocupados por lo que pudiera haber sucedido. También eran retenidos. Como tampoco regresaban ni pastores ni rescatadores, nuevos vecinos partían en su busca. Fue una noche de incertidumbre, de malos presagios, para muchos hogares, sobre todo de la aldea de Tobos que era protagonista principal en estas búsquedas infructuosas de sus hijos. Se recuerda lo que pasó con uno de los buscadores: al llegar fue detectado por un centinela que le dio el alto. El guerrillero le preguntó que adónde iba a aquellas horas. El aldeano le contestó que su primo no bajaba y por si le había ocurrido algo grave subió en su busca. Desde que encerró el ganado había tenido tiempo suficiente de bajar a su casa. Sus padres quedaron muy preocupados. El miliciano le contestó: Hace doce años que falto de mi casa y todavía no ha salido nadie a buscarme.

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