domingo, 4 de septiembre de 2011

LOS FUGAOS VIII


Al frente de la partida figuraba un hombre moreno, de mediana estatura, que posiblemente había dejado atrás los cuarenta años. Por sus explicaciones, los testigos dedujeron que fue oficial del derrotado ejército republicano (no era exactamente así, era más bien jefe del maquis que había combatido en Málaga-Granada)). Ordenó que se montara guardia en todos los caminos. Se situaron controles en la ruta que bajaba de la tiná del Porcirón; en la que conducía al Morenal, aldea vecina de la que le separaba una suave loma; en la que guiaba hasta Tobos, la aldea más poblada en aquel tiempo. No se quería dar oportunidad a los delatores. La seguridad era prioritaria y pronto se convencieron de que el caserío estaba totalmente protegido y salvaguardado de posibles intrusiones o salidas. Caminaban por terreno hostil, sus vidas estaban sentenciadas. El mínimo descuido lo echaría todo a perder; la confianza podría costarles cara. Todo lo recorrido de nada les serviría. Gente desarraigada, su futuro siempre era el día siguiente. Vivían en el filo. Se agarraban a la vida con todo lo que podían. En estas circunstancias uno debe ser desconfiado por naturaleza y no dejar nada al azar.
Continuará

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