miércoles, 23 de febrero de 2011

LOS FUGAOS V

Caminaban siempre en fila y separados por una distancia de seguridad. Siempre lo hacían por fuera del camino. Cuando salió el sol decidieron descansar, estaban agotados. La inquietud se apoderaba del grupo, en aquellos momentos no sabían todavía si su compañero Salvador Lozano, Martín, que les había abandonado en Sierra Nevada, se había entregado ya a la guardia civil y les había delatado. Una de las pocas posibilidades de sobrevivir que tenían estos guerrilleros era entregarse y traicionar a sus compañeros. Y todo con mucha suerte, pues la Ley de Fugas[1] se había revitalizado y en muchos casos se aplicó. De hecho, Martín sería colaborador del teniente Prieto, oficial de la guardia civil que se encargaba de la persecución. Afortunadamente para ellos, Martín se entregó el 17 de junio, más de diez días después de que ellos comenzaran su marcha. Les dio una ventaja que a la larga sería decisiva para escapar.
Sus mapas eran precarios, su conocimiento del terreno escaso, por tanto, la casualidad fue la que les llevó a la aldea de las Fontanillas. Y ocultos entre los chaparros vieron la posibilidad de aprovisionarse en el cortijo. (continuará)


[1] La ley de fugas autoriza a las fuerzas de seguridad del Estado a disparar si un prisionero intenta escapar, esta ley ya se había aplicado en el siglo XIX contra el bandolerismo y a principios del XX contra los sindicalistas.  A veces encubrió verdaderos asesinatos sin juicio previo. El insigne escritor Valle Inclán atacará esta práctica en su obra Luces de Bohemia.


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